Ya estamos en septiembre, mes de nuevos propósitos tras descansar en las vacaciones de verano y de apuntarse sí o sí al conocido “No esperes resultados diferentes si siempre haces lo mismo”, de Albert Einstein.  Claro que esto de los “nuevos propósitos” se puede hacer a tres niveles cómo mínimo:  “cambiar muchas cosas”, “cambiar algunas cosas” y “no cambiar ninguna cosa”, es lo que se llama el efecto Shinkansen, el efecto Kaizen y el efecto Keledén.

Efecto Shinkansen

El efecto Shinkansen es un modo de gestionar las crisis de todo tipo ya sean de empresa, laborales, personales, de pareja, espirituales, etc. Shinkansen es el nombre del primer “tren bala” de la historia (llega a 350 Km/h) y fue inventado por los japoneses a mediados del siglo XX cuando el país, tras perder la II Guerra Mundial, o se ponía las pilas o se hundía como un submarino. Y apostó por ponerse las pilas mediante una transformación empresarial y de mentalidad profunda que le llevó al conocido “milagro japonés”, que significó un crecimiento económico increíble, sobre todo de los años 1960 a 1980.
Resumiendo: voy a darle tal meneo a mi vida con unos cambios tan radicales, que el Shinkansen va a ser una tortuga coja de las cuatro patas a mi lado.

Efecto Kaizen

El efecto Kaizen es también un invento japonés. El típico ejemplo que se explica en las escuelas de negocios es el de Toyota (yo también lo explico a mis alumnos en la universidad). Toyota decidió preguntar a sus trabajadores cómo se podrían, desde “su punto de vista” y desde “su puesto de trabajo”, realizar pequeñas mejoras continuas que juntas y sumadas a las de los otros trabajadores hiciera a Toyota fabricar mejores coches y más baratos para ser más competitivos. ¿Resultado? Desde hace unos años Toyota es el fabricante de coches más grande de mundo, es decir, el que más vende.
Resumiendo: voy a darle tal meneo a mi vida a base de pequeños cambios continuados que el Kaizen va a ser una tortuga con alas a mi lado (¡lo que ya de por sí es revolucionario!).

Efecto Keledén

El efecto Keledén, dicen las malas lenguas que, es un invento español (Que-le-denQue-le-den-por…) no en vano ya dijo Cervantes: “Una cosa es el alabar la disciplina y otra el darse con ella, en efecto, del dicho al hecho hay gran trecho”. Y es que si lo dijo Cervantes, gran conocedor de la lengua castellana y de las costumbres, vida y milagros de los que la hablaban… algo habrá y algo habrá quizás llegado hasta nuestros días. Así que… ¿Matricularme de inglés para mejorar mi nivel? Keledén, que he estado este verano en Londres y me he entendido perfectamente en inglés con todo el mundo menos con los ingleses. ¿Salir todas las tardes a caminar o correr para llevar una vida más saludable? Keledén, que ya caminé en Londres todo lo que tenía que caminar en un año. Y así sucesivamente…
Resumiendo: voy a darle tal meneo a mi vida este mes de septiembre y siguientes, que la voy a dejar exactamente como está (ni inglés, ni caminar, ni correr, ni na de na).

La verdad es que cada septiembre casi todos empezamos “algún proyecto” para mejorar nuestras vidas… y hay algunas opciones que nos pueden “inspirar” como las del efecto Shinkansen, Kaizen y Keledén…

Pero quizás falta una nueva opción mix que podría ser el Shin-kai-dén que suena muy japonés, y que en la lengua de Cervantes actual sería el Po-pu-rri de toda la vida, el “de todo un poco”… como por ejemplo, buscar un inglés por internet y salir a caminar o correr con él/ella varios días a la semana, un día hablamos castellano (u otra lengua nacional, que para eso España es plurilingüe) y otro inglés.

Por «efectos» no será… ahora viene lo “del dicho al hecho hay gran trecho”.