Iba en mis años mozos un día de verano con mi moto por una carretera secundaria del centro de España y me quedé sin gasolina. No pasaba ni un sólo coche, ni se veía un alma, mirara donde mirara. Sólo se veían blanquecinos campos de trigo segados.
Pasé un buen rato tirado al borde de la silenciosa carretera cuando oí unos cencerros y tras una pequeña colina apareció un pastor con su rebaño de ovejas y su perro. Al verme se me acercó con su rebaño porque intuyó que me ocurría algo. Lo que ocurrió, es que tuve una de las experiencias más bonitas de mi vida. Me acompañó un par de horas… hasta que pasó un coche y él mismo le echó el alto para que parara.
Se llamaba Cipriano, tenía 70 años, y estuvimos hablando cerca de dos horas. Era una de las personas más apasionadas, hambrientas de conocimiento, y sabiduría de la vida que he conocido. Le apasionaba escuchar la radio, apenas sabía leer y escribir, pero le apasionaba escuchar la radio horas y horas mientras guardaba sus ovejas. Estaba enterado de todo lo que pasaba en el mundo gracias a la radio que llevaba siempre en el morral, junto con un recambio de pilas por si la radio dejaba de hablar. “No puedo vivir sin mis ovejas, mi radio y unas pilas de recambio”, decía.
Era un hombre que sabía de todo, de política nacional e internacional, de economía, de historia, de a quien le habían concedido un premio Nobel y porqué… y a todo y a todos les ponía nombre y apellidos, fechas, etc., ¡era increíble! Estaba informado de todo porque se pasaba el día escuchando mientras pastaban sus ovejas. No sólo sabía de todo, sino que hablaba de todo con enorme propiedad, con criterio y con un vocabulario riquísimo mezclado con unas expresiones del mundo rural típicas de la zona que te hacían sonreír, como por ejemplo: “Miate tu el Franco éste, quien iba a pensar que iba a durar tantos años mandando y mangoneando”, (se refería al dictador Francisco Franco que estuvo 40 años en el poder en España hasta que murió en la cama).
Alimenta tus conexiones neuronales con alguna pasión
En absoluto se correspondía su aspecto físico de rostro requemado y su raída indumentaria con sus conocimientos y su manera de expresarlos con preciosos toques poéticos, completamente originales y llenos de talento, de chispa, de buen humor y de un sentido de la vida admirable… “Me río yo de la gente que va a golpe de pito en las ciudades con la ilusión de prosperar. En esta empresa, el presidente, el director general, el jefe, el obrero y el último mono… ¡soy yo! ¿A ver quién ostenta en España tantos cargos y tantos sueldos a la vez y sin trabajar? ¡Porque me paso el día oyendo la radio al aire libre, que es lo que más me gusta!
No se cual sería su cociente intelectual, había ido muy poco a la escuela de su pueblo, pero lo que sí sé es que lo tenía muy desarrollado. Lo demostraba cada vez que abría la boca y no paraba de hablar.
El otro día leí en un artículo de una revista profesional que la pasión aumenta la inteligencia, que hay que ser muy cauto con las conversaciones negativas, que hay que huir de ellas porque nos reducen como personas, que está demostrado científicamente por la Harvard University Medical School que “los individuos que abrazan la incertidumbre y tienen pasión por algo aumentan sus conexiones neuronales. Esto hace que se vuelvan más inteligentes”.
Me acordé de aquél pastor de ovejas porque, sin duda, era uno de esos individuos que, fruto de su pasión por la radio, se había vuelto más inteligente. Había “escuchado mucho”, había “pensado mucho” en su soledad en el campo… y por eso “tenía mucho que decir” cuando hablaba… ¡y hablaba bien! Toda una lección para los urbanitas modernos que con tanta tecnología de las comunicaciones… ni escuchamos, ni pensamos, ni hablamos… lo suficiente y con la suficiente calma, atención y concentración… porque ahora la inteligente es Internet.
-Dime el teléfono de tu abuela para llamarla.
-Espera que lo miro en el móvil
-¡Pero si solo tienes una abuela!
-Ya, pero no querrás que me acuerde de memoria de él.
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