Dice el director de orquesta Benjamín Zander que “Lo mejor que puedes hacer es ser profesor”… y le doy la razón porque soy profesor, y sé de lo que habla, y de lo que hablo. Y voy a hablar, no de lo que enseño, sino de lo que aprendo a través de tres historias que quiero compartir.
Historia 1. La niña con gafas de culo de vaso
Cuando era veinteañero fui profesor sustituto de niños y niñas de 7 y 8 años de un curso que nadie quería por “problemático”. A la semana de incorporarme y estar en pleno proceso de comprensión de porqué nadie quería aquel curso (solo diré que los profesores que me precedieron pidieron la baja por depresión) se incorporó una niña con gafas de culo de vaso (es como se decía entonces). Total que, los niños no paraban de meterse con la niña de gafas de culo de vaso diciéndole de todo… y conmigo, porque un profe novato como era yo no iba a cambiar las reglas del juego que ya estaban establecidas en aquella clase desde hacía varios cursos. En un ataque de psicología, de esos que no te enseñaban en la universidad, cogí un día al “líder la manada” y a “la niña” (ya no voy a decir más de “culo de vaso”) y mientras estaban todos en el patio le dije a “la niña” que le explicara “al líder” lo que sentía cuando él y sus amigotes le decían todas aquellas barbaridades y si le gustaría que se las dijeran a él. El “líder” estaba descolocado, y se produjo un milagro (de los de verdad), desde entonces pasó de ser el más agresivo de la manada a ser el protector de “la niña”, y a unos niveles que rayaban el romanticismo. Aprendí, para toda la vida, el poder de una conversación.
Historia 2. Haciendo equipo
Hace solo unos años, en una de las asignaturas de publicidad que imparto en la Universidad Autónoma de Barcelona, uno grupo se quejó de que una de las chicas del grupo no pegaba ni clavo y que se estaba beneficiando del trabajo y de las notas de todos. Le envié un email y la cité en mi despacho…
– ¿Qué te pasa? Te falta muy poco para acabar la carrera, y no vienes ni a clase… Sé por tus notas anteriores que te sobra capacidad pero está fallando algo. Cuéntame… Y me contó que había muerto su madre, que era su mejor amiga, que no lo superaba, que se llevaba mal con su padre, y que había perdido la ilusión de estudiar y de vivir… y me contó otras cosas que no se cuentan normalmente a un profesor. Hablé con “su grupo” y le pedí ayuda para que le ayudaran a hacer “su parte” (los profesores queremos que trabajen en “equipo” pero sabemos que muchas veces cada uno hace “su parte”, luego las juntan y le llaman “equipo”). Acabó la carrera y pasado un tiempo me envió un muy emotivo email desde Australia.
Historia 3. El banco sin brazos
El otro día estaban unos jóvenes haciendo un botellón en un parque y “se estaban poniendo ciegos” de alcohol, de wasaps y de selfis que disparaban con sus móviles en todas las direcciones. La semana anterior apareció allí un banco de mobiliario urbano con un brazo roto que el Ayuntamiento tuvo que reparar, y me dirigí a ellos, no con el fin de soltarles el eslogan publicitario “Si bebes no conduzcas” que hizo famoso el cantante ciego Stevie Wonder sino de salvar el banco que utilizaban de escenario, que a todas luces estaba sobresaturado de músculos y falto de cerebro. Pero esta vez fracasé, tuve una amable conversación con ellos y hasta me invitaron a un trago, solo faltó que me uniera al botellón. Al día siguiente estaban los dos brazos del banco rotos.
Me pregunto si, habiéndoles dedicado un poco más de tiempo y habiendo tenido con ellos una conversación un poco más larga, habría salvado los brazos del pobre banco.
Como dice el director de orquesta Benjamín Zander “Lo mejor que puedes hacer es ser profesor”. Lo que no dice es si hay que serlo 24 horas al día, 7 días a la semana. En cualquier caso soy optimista: Conversaciones 2 – Wasaps & Selfis 1
Muy bueno Mariano ¡¡¡, me he guardado unos dias a leerlo, te ha quedado muy bonito.
Hay que valorar lo que tenemos y luchar por lo que no tenemos… pero primero VALORAR (la queja por la queja sin acción… debilita el cerebro y mucho :-))
Gracias por lo que hiciste con esa niña. Aún recuerdo mi primer día con gafas en el colegio, tenía seis años y me acababan de encontrar un montón de dioptrías y un ojo vago y así llegué al colegio una mañana, con unas gafas de pasta marrón horribles, un culo de vaso en el ojo derecho (tenía 9 dioptrías de miopía y dos de astigmatismo) y un parche color carne en el izquierdo. No veía nada porque por el ojo vago apenas tenía visión después de tantos años desenchufado y ni con el pedazo cristal era capaz de conseguir ver bien y todos se empezaron a reír de mí y a decirme que estaba muy fea. En el patio al principio no podía jugar a muchas cosas porque no veía y pasé el resto del curso sentada en un banco.
Gracias a ti Ana, esta es solo una de las «aventuras» que he tenido como profesor, pero es que la vida entera es una aventura… y si nos ayudamos unos a otros la aventura de vivir es maravillosa. Lee cuando puedas el libro «Haz que te pasen cosas buenas»… es contagioso, te pase lo que te pase.