Porque cuando tenía 15 años, un cura que vigilaba la clase en hora de estudio me pilló escribiendo una carta a una chica que me gustaba y me la quitó. Se fue caminando lentamente por el pasillo mientras la leía con parsimonia. Yo lo observaba y me temblaban las piernas porque en aquellos tiempos podía ser motivo suficiente de expulsión del colegio. Volvió por el mismo pasillo, me devolvió la carta muy discretamente y me susurró al oído sin que nadie se enterara: “Mariano, triunfarás escribiendo, eres un poeta de la bragueta”. Y se fue por donde vino como si nada hubiera pasado.

No sé si he “triunfado” escribiendo pero estudié periodismo y pasé brevemente por TVE, luego estudié publicidad y desde casi el principio de mi carrera profesional me lo paso divino pensado y escribiendo anuncios para mis clientes y enseñando a hacer lo mismo a mis alumnos de la universidad.

Y como lo de “pensar” ha pasado a convertirse de “deformación profesional” a “deformación vital”, me atrevo, no solo a pensar sobre determinados temas de los que no soy experto, sino a escribir sobre ellos.

Es lo que tiene la osadía de la creatividad, creer que a partir de las experiencias propias y ajenas tienes algo que decir sobre lo que piensas. Al fin y al cabo escribir anuncios es escribir historias cortas y compartirlas, que es lo que voy hacer ahora en el blog “Historias para pensar”: compartir ideas, pensamientos, reflexiones sobre todo tipo de temas… que creo yo que, al menos, dan que pensar.